lunes, 18 de junio de 2007


El comunismo ha defraudado a Cuba
Carlos Alberto Montaner

Tras casi cincuenta años de sufrimiento bajo el régimen de Fidel Castro, los cubanos pueden prepararse ya de forma realista para la vida después del comandante. En el momento de escribir esto, el octogenario Castro está muy enfermo, tal vez completamente incapacitado. Cuando muera, ¿sobrevivirá el régimen comunista que creó en 1959? ¿O se convertirá el país en una democracia pluralista, con un sistema económico de mercado y la existencia de propiedad privada, como ocurrió con casi todas las dictaduras del Este de Europa tras la caída de la Unión Soviética?

Yo preveo esto último. En América, a principios del siglo XXI, una dictadura en la que no se respetan los derechos humanos, que cuenta con más de trescientos presos políticos –entre ellos, 48 jóvenes por recoger firmas para un referéndum, 23 periodistas por escribir artículos contra el régimen y 18 bibliotecarios por prestar libros prohibidos– no puede sostenerse. La muerte de Fidel Castro será el punto de partida de una serie de cambios políticos y económicos parecidos a los que se produjeron en Europa. Los motivos son éstos:

En primer lugar, el liderazgo de Castro no es intransferible. Es un hombre fuerte que ha ejercido personalmente el poder durante casi medio siglo. Aunque su ideología es el comunismo, pertenece a la misma especie antropológica que Francisco Franco en España o Rafael Trujillo en República Dominicana. Y ese tipo de autoridad, basado en una combinación de miedo y respeto, no puede traspasarse. Es verdad que ha escogido a su hermano Raúl como sucesor. Pero Raúl tiene 75 años, por lo que su edad también es una desventaja, como lo son su alcoholismo y su falta de carisma. Lo más probable es que se limite a desempeñar un papel de transición entre la dictadura comunista y la llegada de la democracia.

Segundo, el pueblo cubano sabe que el sistema creado por Castro ha fracasado. Se enfrenta cada día a la realidad de que el comunismo ha agravado todos los problemas materiales fundamentales de Cuba hasta el punto de la desesperación. Las carencias en alimentación, vivienda, agua potable, transporte, electricidad, comunicaciones y ropa no pueden compensarse con unos sistemas de educación y de salud muy amplios, pero muy deficientes. Paradójicamente, incluso los propios logros del régimen le incriminan. El hecho de que la isla cuente con una población de un nivel educativo razonable alimenta el deseo de cambio de la sociedad y su insatisfacción con un sistema empeñado en que la inmensa mayoría de los cubanos tenga una vida miserable. Nadie está más ansioso por abandonar el colectivismo igualitario que las legiones de ingenieros, médicos, técnicos y profesores obligados a vivir sin la menor esperanza de mejorar. Esos cubanos educados y frustrados son quienes tratarán de presionar para que se produzcan reformas, dentro de las instituciones comunistas o incluso fuera de ellas.

En tercer lugar, llegará un momento en el que Cuba tendrá que enfrentarse a la historia. El país no puede seguir siendo una dictadura comunista, colectivista y anacrónica en un mundo en el que el marxismo ha quedado totalmente desacreditado. Cuba pertenece a la civilización occidental. Forma parte de Latinoamérica, y no tiene sentido que su Gobierno siga manteniendo al país aislado de su entorno, sus raíces y su evolución natural. Al fin y al cabo, las dictaduras de América Latina, tanto las de izquierdas (Velasco Alvarado en Perú) como las de derechas (Augusto Pinochet y los regímenes militares de Argentina, Brasil y Uruguay), han sido sustituidas por gobiernos legitimados en las urnas.

Por último, los reformistas saben que el cambio no sólo es posible, sino deseable. Los dirigentes cubanos, sobre todo los que son más jóvenes que la generación de Fidel y su hermano Raúl, se dan cuenta de que no son héroes de una novela romántica, sino promotores de un sistema absurdo del que todo el que puede se escapa. Y al mismo tiempo saben, porque lo han visto en Europa del Este, que hay vida después del comunismo. Tienen todos los incentivos morales y materiales para contribuir al cambio. Yo predigo un cambio pacífico basado en un acuerdo entre los reformistas del régimen y los demócratas de la oposición, dentro y fuera de la isla.


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